La perspectiva de género es relevante para combatir la desigualdad en las empresas
6 diciembre, 2022

Fotografía: Jaime Cervantes C.
Hablar de género es mucho más complejo que solamente mencionar las características que nos distinguen entre hombres y mujeres, los roles según el sexo y la división sexuada que existe en la sociedad. Es un tema delicado, ya que para hablar sobre género es necesario también hablar sobre desigualdad.
El concepto de género tiene que ver con una construcción social y cultural que hace referencia a todas aquellas prácticas, símbolos, representaciones, valores, normas y derechos que se elaboran a partir de las diferencias sexuales. Esta dimensión “construida”, asigna roles, espacios, características e identidades a mujeres y hombres. Es una idea subjetiva y que deriva muchas veces en prácticas de desigualdad.
La desigualdad es por lo tanto, una marcada diferencia jerárquica, basada en ideas, prejuicios, símbolos, costumbres e incluso algunas leyes, en donde una persona ocupa una posición de poder sobre otra que es subordinada. Esta estructura genera una desigualdad en el acceso a oportunidades y recursos, ya sean materiales, económicos, sociales o culturales.
La desigualdad está fundamentada en la polarización social, la intolerancia y la falta de libertades para ciertos grupos de personas. Por lo tanto, podemos definir la desigualdad como un desequilibrio en la sociedad, que se ve reflejado en la socialización, la división de oportunidades, la marginación y una violencia emocional profunda.
Los entornos en los que se desenvuelven las organizaciones están caracterizados por incertidumbre, condiciones económicas adversas, poder, competencia y muchos otros factores que impactan de manera interna y negativa a las empresas. De esta manera, se crean procesos de desregulación de mercados, la polarización en los ingresos y una incertidumbre laboral, que deriva en la generación de una economía vulnerable.
La desigualdad no apareció de un día a otro y menos por una causa única, se fue conformando por una variedad de factores o situaciones sociales, por ejemplo: la diversidad humana, la globalización, el avance industrial y tecnológico, la riqueza en manos privadas, las plataformas laborales explotadoras, los sistemas de recaudación fiscal, la religión, la evasión de impuestos… entre tantos más. Todas estas causas, podríamos decir, se encuentran dentro del modelo socio-económico-político actual que ha permitido explotar a millones de personas para poder satisfacer necesidades (no esenciales) de la minoría de la población, dejando vulnerable a la mayoría.
En materia económica podemos exhibir que el 1% de la población mundial posee más riqueza que el 99% restante. México no es la excepción, se ha visto impactado por todas estas causas y otras propias de nuestra idiosincrasia y desviaciones humanas como la corrupción, el crimen organizado y la concentración de poder económico-político nepotista. “La desigualdad limita el desarrollo del capital físico, social y humano necesario para mejorar las condiciones de vida y el bienestar de las personas” y mientras siga existiendo una “moral” económica materialista y promiscua, será difícil reducir cada brecha existente. El ejemplo más claro en México es que el número de multimillonarios (16) no ha crecido mucho y su riqueza sí se ha multiplicado a magnitudes inexplicables. Estas personas o grupos familiares “élites” han capturado al Estado Mexicano con un exceso desmedido de privilegios mientras que una gran parte de la población mexicana (aproximadamente 20 millones) viven con un ingreso menor a 50 pesos diarios. Reducir la desigualdad en México tiene sentido para garantizar el bienestar futuro de todos y todas.

En consecuencia, el bienestar social y la calidad de vida de las personas se ve fracturada. Por lo tanto, para comprender a fondo el impacto que tienen estas reglas de operación del mundo laboral moderno, es necesario evaluar cómo se interpreta de manera subjetiva las condiciones de heterogeneidad tanto en hombres como en mujeres dentro de las empresas.
Así es como encontramos un sistema asimétrico y jerárquico que dista mucho de una neutralidad empresarial.
Si bien es cierto que la mayoría de la discriminación y violencia esta dirigida a las mujeres, este tema se agrava mucho más cuando estas prácticas y discursos se extienden a temas de orientación sexual, edad, color de piel, capacidad económica, apariencia física e incluso a comunidades indígenas.
Es cierto que, las organizaciones son espacios de producción, sin embargo también son espacios de socialización y sociabilidad, en donde conviven personas de ambos sexos con características distintas.
Lamentablemente existe en esta socialización, conductas de violencia que no se limitan solamente a violencia física, sino que incluye otras conductas con impacto emocional y mental.
Algunas de las conductas de violencia que son necesarias visualizar y tienen un impacto profundo, no solamente en las personas sino también en los grupos y las empresas son:
- Las limitantes de ascenso
- Los obstáculos para ocupar un puesto gerencial o estratégico
- Las omisiones e ignorancias
- La obstaculización de derechos
- El acoso y hostigamiento sexual
- La denigración de la autoestima y moral
- El machismo
- Las prácticas de rencor y odio
- La persecución y exigencia extrema
- La inequidad en el ámbito laboral
- La desprotección
- La negligencia a la salud física y mental de las personas
- La designación de “roles” para mujeres
- La devaluación del trabajo
Es así como la perspectiva de género implica reconocer la existencia de este sistema y tratar de proponer trayectorias distintas que beneficien de forma equitativa a las mujeres y a los grupos marginados.
Este nuevo enfoque implica tomar en cuenta los distintos diálogos, escuchar sus necesidades y comprender su situación. De esta manera las empresas pueden tener un acercamiento humano y genuino que dé validez a cada una de estas personas y les otorgue una voz en el discurso organizacional.
La perspectiva de género aporta por lo tanto un nuevo discurso que promueve; no solamente para las mujeres sino también para todos los grupos marginados, tolerancia, diversidad, convivencia igualitaria y florecimiento de las personas para crear un bienestar humano palpable.
Las empresas por lo tanto tienen que crear una visión integradora, holística y realista, que vaya más allá del objetivo de generar riqueza económica, sino que también tome en cuenta la generación de riqueza en lo humano.

La congruencia filosófica debe alinear los valores, la personalidad y el propósito empresarial, para fungir como plataforma de un florecimiento individual, colectivo y organizacional, desviándose de mantener prácticas de poder y discriminación arcaicas que vulneren a las personas.
La equidad y no discriminación conlleva la participación activa y equilibrada de los y las líderes en todas las esferas de la vida (económica, social, mental y emocional). Este enfoque permite que se integre la perspectiva de género como parte de la transformación de prácticas culturales y organizacionales para promover así, una cultura organizacional plagada de oportunidades y respeto a las diferencias individuales.
Solamente abriendo el diálogo y promoviendo un cambio cultural profundo podemos incorporar la equidad de género como un principio estratégico corporativo, logrando así beneficios importantes en lo humano y en lo económico, tales como:
- El fortalecimiento de los equipos de trabajo y el aumento de la competitividad al retirar las barreras fundamentadas en el sexo, la raza o la orientación sexual de las personas. Esto propicia el aprovechamiento de las capacidades de las personas que integran la empresa y que son parte fundamental de su éxito.
- Los y las líderes se convierten en agentes y protagonistas del cambio en el entorno organizacional, social y personal que impacta directamente en la calidad de vida de las personas, construyendo así una responsabilidad social empresarial contundente.
- La comunicación interna y externa proyecta positivamente los valores empresariales y ejemplifica la integridad de la empresa con temas de equidad no discriminación y sexismo. Esto genera discursos empáticos, honestos y no violentos que logran validar y reconocer a estas personas, e impactan en la lealtad y sentido de pertenencia.
Avanzar en esta perspectiva requiere, por supuesto, hacer cambios profundos en la cultura, los valores, las estrategias y especialmente en el liderazgo que se vive dentro de la empresa. Se trata de un esfuerzo individual y colectivo hacia crear una sociedad equitativa con identidades diversas, complementarias y enriquecedoras, a través de ciertas acciones que pueden apoyar a modificar las prácticas dañinas existentes y proponer nuevas.
Algunas de ellas son:
- Dar visibilidad a temas de género a través de una agenda prioritaria en conjunto con el área de gestión humana.
- Incentivar el liderazgo humanista y el cambio de actitudes fundamentales en las personas que apoyen al desarrollo individual y colectivo.
- Promover alianzas estratégicas con clientes internos y externos para crear programas de reconocimiento, responsabilidad social y bienestar integral.
Las empresas deben entender y asumir del papel clave que tienen en cuanto a la perspectiva de género y cómo apostar por un entorno positivo que promueva el equilibro y la corresponsabilidad ayudan a disminuir la discriminación y la violencia en el entorno laboral.
La visibilización y apertura del diálogo en estos temas crea espacios de reflexión y movilización social y emocional. De esta manera, se crean comunidades alrededor de poder conectar con empatía y respeto, con las distintas vulnerabilidades, para así entenderlas y actuar en congruencia por un bien común.
El Liderazgo Humanista propone un cambio de actitudes profundo a través de su modelo, que impacta directamente en la filosofía individual de cada persona, así como también en la cultura organizacional.


Jaime Cervantes Covarrubias
Fundador y CEO de Liderálity | Accionista Vitalmex
Maestría en Desarrollo Humano, Universidad Iberoamericana, CDMX (México)
Maestría ejecutiva en Liderazgo Positivo Estratégico, Instituto de empresa, Madrid (España)
Minerva Cervantes Ponce
Co-Fundadora y Gerente de Diseño y Contenido de Liderálity
Maestría en Psicología Clínica de la Salud
Maestría en Psicología Cognitiva Conductual, ISEP, Barcelona
Basado en los artículos: i) Mena, D., Espín, L.F, Darío, A. (2019). La perspectiva de género en el sector empresarial, RevIISE. Vol. 13, Año 13, Argentina. ii) Trujillo, R., Gómez, A., Canales, R., García, V., Maruri, I. (S.A). El rol empresarial en la brecha de género: claves de la contribución de las empresas a la igualdad, Forética. iii) Vázquez, A. & Urbiola, A. (2014). El género como una perspectiva para el análisis de las organizaciones, Iztapalapa Revista de ciencias sociales y humanidades. Num 77, pp. 159-189.