¿Qué es la Sostenibilidad? Una perspectiva de liderazgo humanista

13 julio, 2023

Este artículo destaca la necesidad urgente de un nuevo modelo de capitalismo, uno que esté más centrado en el ser humano y menos centrado en la riqueza material. Exige una reevaluación de la mentalidad predominante que prioriza las ganancias financieras a corto plazo sobre el desarrollo humano a largo plazo y aboga por la integración de principios éticos en las prácticas comerciales. En última instancia, este cambio puede conducir a un futuro mejor donde las empresas prioricen el bien común y las personas encuentren un propósito y satisfacción al contribuir al bienestar de la sociedad y el medio ambiente.

La definición más sucinta de sostenibilidad habla de gestionar los recursos disponibles para satisfacer las necesidades de la generación actual, sin poner en riesgo el buen vivir de las generaciones futuras. Lo anterior implica conciencia, voluntad, esfuerzo y la inversión glocalizada (lo global en lo local), regionalizada (en la comunidad correspondiente) y micro ejecutada (en la empresa y organización) con miras a un desarrollo humano continuo, el cuidado del medio ambiente, la evolución económica y la consolidación de un marco regulatorio y normativo (filosófico: ético-moral) de gobernabilidad civil, gubernamental y empresarial.

Por simple que parezca esta definición, nos obliga a la reflexión, al pensamiento crítico sobre la siguiente postura: “La sostenibilidad es una elección filosófica y existencial; una visión humanista”. De ninguna manera es una estrategia comercial, reputacional o económica, sino una nueva narrativa que emane del yo conciente (el ser); es decir, convencido de que el bien común es prioritario. Sin esta visión, no habrá futuro.

Elegir este camino es Responsabilidad Humana, un término mucho más amplio que el anterior denominado Responsabilidad Social Empresarial (RSE). Esta nueva reformulación propone tener más conciencia del desarrollo humano primero, situando a las personas en el centro y dignificar su existencia siendo sensibles del impacto de nuestras acciones cada persona y escalar los beneficios. Sin persona, no hay empresa, ni comunidad o sociedad, mucho menos sostenibilidad.

La humanidad merece, entonces, un nuevo modelo que se transforme en un mejor capitalismo, u otra forma creativa de supervivencia, pero eso sí: uno más humano y menos material.

Por eso, las organizaciones deben de comenzar a tomar en serio la sostenibilidad para reconstruir el tejido social hacia uno más armónico, justo y próspero.

Desafortunadamente vamos contra corriente porque la credibilidad de los industriales es decadente, debido al abuso desmedido de prácticas orientadas, en su mayoría, a beneficiar más al grupo accionista que al desarrollo humano y/o social.

La actividad empresarial sufre de un fuerte rechazo y de una crítica social; hay resentimiento, enojo y descontento colectivo. Testificamos la caída (tarde o temprano) de un sistema capitalista en asedio, a punto de estallar, injusto y desbordado por un pensamiento de vaciedad preocupante. La persona que no posee “cosas” no existe, no es parte de la comunidad. La alienación provocada por la exigencia y presión de consumo, su mercadotecnia, publicidad, el bombardeo desconsiderado de estímulos y la inmediatez de información, a veces imposible de retener, es a todas luces, deshumanizante. Eso no es sostenible.

De un modelo insostenible a uno de impacto

Nos encaminamos a la autodestrucción de nuestra especie y de todo nuestro entorno. Hemos sido audaces en atraer más clientes, sin duda; en maximizar el consumo de productos y/o servicios; en eficientar procesos y mejorar la productividad, no obstante, nos hemos olvidado de las necesidades sociales mientras el confort de la riqueza nos ha cegado: hemos sido insensible hacia la marginación, la desigualdad, la explotación humana, el deterioro ambiental y el naufragio económico. Existe una propuesta de sostenibilidad, pero que la gente de la empresa no lo introyecta, pareciera algo más cosmético que un acto genuino.

La opinión mayoritaria es que las compañías son una de las principales causas de los problemas humanos-sociales, medioambientales y económicos de nuestra era. Y es injusto generalizar. Sin embargo, la mayoría de las empresas se ha centrado en el rendimiento financiero en el corto plazo, sin tener conciencia de su impacto negativo. Eso es un sin sentido, una paradoja en el ecosistema. Se supone que:

  1. La empresa es una plataforma de desarrollo humano, fuente de oportunidad laboral, bienestar y prosperidad. No obstante,
  2. El 1 % más rico acumula casi el doble de riqueza que el resto de la población mundial. Las personas ricas disfrutan de las mejores viviendas, la mejor educación, los mejores médicos y el mejor nivel de vida. Esta franja de población minoritaria no comprende que su destino está directamente ligado al otro 99% que sufre por sobrevivir.

Es un paradigma disfuncional y urge cambiarlo, pero ¿cómo se originó todo? ¿De dónde surge el constructo empresarial actual? ¿Por qué lo seguimos sosteniendo?

Supuestos Filosóficos

A continuación te comparto una visión propia de los supuestos filosóficos que considero construyeron el autoconcepto de algunas personas que somos gente de empresa. Trataré de definir a la persona empresaria y, posteriormente, asociarla con dos conceptos clave: liderazgo humanista y sostenibilidad. Es una herencia milenaria que, poco a poco, formó el conocimiento y pensamiento de nuestra época. A partir de la siguiente retrospectiva, al final del artículo, formularé una serie de propuestas que podrían servir para reflexionar y comenzar a ejecutar microacciones que coadyuvarán a impactar todo el ecosistema.

Una persona empresaria debería comprender que, debido a su naturaleza gregaria, se debe a la comunidad. A partir de ahí ejercerá su vocación y servirá al desarrollo humano más que a la generación y acumulación de riqueza. No cabe la generalización, pero al parecer , en la actualidad, es al revés.

La gente de empresa está más seducida por la riqueza que por el bien común. Mirar el pasado, sobre todo la filosofía, reta el paradigma disfuncional e invita a una reflexión histórica, para entender por qué, tras la posguerra del siglo pasado, esta idea se ha enraizado como dogma, un pretexto productivo y consumista del capitalismo. Así que parafraseo a los grandes filósofos en una línea del tiempo, intentando retomar dichos constructos que forjaron lo que, en el sector privado, hoy las personas líderes probablemente han utilizado como fundamentos de identidad.

Protágoras

Protágoras (490-420 a.C.) planteó que “el hombre es la medida de todas las cosas” y reconoce que un argumento puede cambiar el pensamiento, lo que uno cree es relativo y es la misma persona la que se aferra a una opinión, idea o dogma. Mediante esa creencia se mide la valía de la realidad: su realidad. Como sofista ubicó al ser humano como eje central y acentuó su actuar hacia el análisis de la conducta humana que derivó en algunos postulados, como “Lo que uno cree pasa a ser subjetivo y relativo… No hay definiciones absolutas”. Lo que resulta cierto para una persona puede ser falso para otra, por lo que, para diferenciar lo bueno de lo malo, será necesario elegir la conducta ética, hacer lo correcto. No obstante, sólo la persona implicada en el dilema puede decidir ética o moralmente lo que deriva de su definición de verdad.

Sócrates

Sócrates (469 a.C.) describió un constructo de persona basado en la entereza moral, ante las seductoras propuestas del medio ambiente, en su carta a Critón. Acentúa la sensatez de cualquier persona frente a circunstancias diversas o adversas, habla de la integridad como fundamento existencial y su pensamiento, antes de morir, aportó a la humanidad bases de una conducta ejemplar que son vigentes y, en síntesis, las interpreté de la siguiente manera:

  1. No hagas el mal voluntariamente a nadie.
  2. Honra tu esencia, congruencia de ideas, pensamiento y elecciones de vida, así como cada convenio/contrato con justicia.
  3. No cometas injusticias, es vergonzoso para ti mismo y para la sociedad.
  4. No respondas con injusticias a nada ni a nadie sin importar cual sea el daño.
  5. No destruyas las normas y leyes vigentes, eso es injusto y maltrata a la patria (comunidad-empresa).
  6. La patria (comunidad-empresa) merece honor, igual que la madre, el padre y los hijos que nos ha dado. Respeta su moral y sus leyes.
  7. No destruyas las leyes o te convertirás en un corruptor de la sociedad, gente de poco espíritu.
  8. No le des la espalda a lo que amas, lucha por ello aunque sea necesario morir.
  9. No niegues tu esencia con máscaras hipócritas que deshonran tu vida.
  10. Muere honrando todo lo que valoras.

Aristóteles

Aristóteles (335 a.C.) nos habla de la felicidad en su Ética Nicomáquea. Ahí postula que “toda actividad humana tiene un fin: el bien”, que es hacia donde tiende cualquier cosa, anhelo o expectativa y ese bien no sería posible sin la virtud y sin el medio en el que se desarrolla. Sin embargo, el ser humano tiende a confundirse por una profunda ignorancia del sí mismo, por la seducción de los placeres y los dolores que la misma vida le pone enfrente, por la necesidad de honores, poder, fama, riqueza, excesos o, simplemente, porque su existencia está subordinada de una forma inconsciente al vaivén y presiones de la sociedad y las circunstancias de la vida, sin autonomía.

Todo sería más fácil si nuestro razonamiento se tornara con amor propio, a conocer lo que realmente es importante como individuo y redefinir nuestros principios. Hesiodo sostuvo: “[…] ser el mejor de todos los hombres al comprender por sí mismo todas las cosas; ser bueno, asimismo, el que hace caso al que bien aconseja; […]”. O, en pocas palabras: ser inútil asimismo y a la humanidad.

La libre elección del bien se constituye en la elección de nuestros principios, en la fidelidad de propósito y en construir virtud, autonomía mediante la conducta o “modos de ser”, no a través de las pasiones ni las facultades, que son cosas distintas.

Agrega Aristóteles: “El bien del hombre es un fin en sí mismo, perfecto y suficiente” y más cuando encuentra sentido en su existencia y obra en consecuencia. No se requiere más y por ello elegimos ser felices y nunca por otra cosa. Somos lo que hacemos, lo que decimos y la forma que nos relacionamos con la sociedad, todo ello relacionado con nuestra virtud. “Lo más hermoso es lo más justo; lo mejor, la salud, pero lo más agradable es lograr lo que uno ama”, citó el filósofo griego. En lo que uno ama se encontrará la prosperidad y no al revés. No es una cuestión de suerte, la vida entera nos da la oportunidad de experimentar infinitas experiencias de distinto carácter, peso o dimensión y que las circunstancias nos permiten elegir y aprender de nuestra virtud hacer el bien o el mal, es una práctica interminable entre lo material y lo espiritual. Por eso la felicidad es una cosa perfecta que debe ser alabada, un principio de dignidad, honor y divinidad, siempre y cuando el fin sea lo que se ama y el bien común. Cuando nos habla sobre la ética nos dice: “Toda actividad tiene un fin, el bien, y la ética es un modo de ser de la rectitud, de la sensatez, pero es una elección que se debe aprender y descubrir, debería ser costumbre, libre hábito cotidiano”.

La acción requiere de moderación y esta requiere conciencia. Despertar y percatarse que siempre habrá una dianoética que empuja o jala hacia los excesos y cada uno de nosotros es responsable de detonar el razonamiento orientado hacia la virtud del ser, hacia una mejor versión de uno mismo, libre y responsable de la elección que se toma. Los placeres y dolores de la humanidad, y también de cada individualidad, nublan la voluntad: es necesario moderar nuestras acciones dentro de la justicia, la prudencia y la templanza, para no desviarnos de lo que es el fin del ser y el bien común. La virtud entonces se manifiesta en nuestra conducta, en la actitud, es un modo de ser por elección propia y cotidiana.

“La ética es parte de la virtud». Es una función en sí misma, que enaltece la bondad de la humanidad. “Los hombres sólo son buenos de una manera, malos de muchas”. La virtud y la ética son un modo de ser elegido que encuentra su mejor exposición cuando se experimenta un término medio entre los placeres y los dolores; necesita de la prudencia, un propósito, de razón, además de principios, para mantenerse en el mejor constructo de bien posible y no sucumbir ante la percepción distorsionada cuando nos inclinamos hacia un lado a otro, inmersos entre otros placeres y otros dolores.

Siempre será una tarea difícil de lograr, propende de la intelección profunda de una persona sensata. “Mantén alejada la nave de este oleaje y de esta espuma”, dice Calipso.

Los placeres y dolores de la gente empresaria en la actualidad confunden al ser, lo seducen para inclinarse a los beneficios y confort de la riqueza, el poder y la fama en algunos casos y las consecuencias serán muchos dolores propios y con daño colateral a su grupo social o comunidad.

Maquiavelo

Maquiavelo (1469-1527) fue guía para muchos líderes e, incluso, en muchos casos, lo sigue siendo. En su libro El Príncipe ofrece una serie de consejos, despiadadamente prácticos, para garantizar el éxito de un estado o una nación (que también aplican para la empresa). El que gobierna deberá esforzarse por garantizar su propia gloria y, a su vez, la prosperidad del estado; sin embargo, para conseguirlo no es posible estar limitado a la mortalidad. De ahí la máxima citada ad nauseam: “El fin justifica los medios”.

Esta frase se ha incrustado en el paradigma empresarial como si fuera un permiso para hacer riqueza desmedida y crear desigualdades inexplicables. El objetivo es hacer dinero sin importar las consecuencias deshumanizantes que eso genere. El líder de empresa debe modificar este paradigma

John Locke

En la edad de la razón, John Locke (1632-1704) reflexionó: “Si examinamos a un recién nacido tendríamos muy pocos motivos para pensar que trae muchas ideas al mundo con él”. Este postulado sostiene que: 1) No hay verdades que puedan encontrarse en todos al nacer, no son innatas, y 2) No hay ideas universales en todas las poblaciones de todas las culturas (familias) y tiempos, por lo que todo lo que una persona puede conocer procede de la experiencia del mundo.

De esta idea filosófica podremos inferir que la gente líder no nace, se hace con relación a lo que vive y experiencia durante su vida. Las influencias forman a la gente líder y los lleva por un buen camino, o por terrenos sombríos. Entender este hecho abre la comprensión de que, así como se aprendió, también podemos desaprender para reaprender cómo construir el bien vivir propio y comunitario.

Rosseau

Jean-Jacques Rosseau (1712 – 1778), en plena era de la Revolución Industrial y, en su obra, El contrato social manifiesta que “el ser humano en su estado natural es fundamentalmente bueno”. Eso se complementa con sus ideas sobre la propiedad privada, en las que explica que la sociedad también desarrolló un sistema de protección que evolucionó en forma de leyes impuestas por quienes tenían propiedad para cuidarse de quienes carecían de ellas. Eso produjo un estado de desigualdad, con las subsecuentes injusticias. “El hombre nace libre, pero en todas partes vive encadenado”

Edmund Burke

Poco después, algo similar postula Edmund Burke en su obra La vindicación de la sociedad natural (1756), en la que menciona que los seres humanos tienen necesidades materiales, científicas, artísticas y morales, pero no pueden satisfacerlas todas al mismo tiempo. Por ello se apoyan en las costumbres, en la religión y tradiciones pasadas, así como en el apoyo mutuo , para satisfacer la mutua necesidad. Por lo tanto, “la sociedad es un contrato”.

Kierkegaard

Ahora nos acercamos a Søren Kierkegaard, quien en su obra, El concepto de la angustia (1844), explica que, cuando tomamos decisiones, tenemos una absoluta libertad de elección y ahí nos damos cuenta que podemos elegir no hacer nada o hacer cualquier cosa. Ante tal pensamiento de la libertad absoluta, nuestras mentes se bloquean y surge el sentimiento de angustia que acompaña a ese pensamiento y entonces esa angustia es el vértigo de la libertad.

Karl Marx

Pero la historia complica las cosas. Llegó Karl Marx, quien con su obra, principalmente El capital (1847), sostuvo: “Cada uno según sus capacidades; a cada uno según sus necesidades.” El marxismo se convirtió en la filosofía de todos los países comunistas bajo los siguientes principios: la gente se alínea a grupos en los que otras personas que comparten intereses comunes, sociales y económicos primordialmente o en grupos en contra de aquellos que se oponen a esos intereses sociales y económicos, por lo tanto el estatus socioeconómico de cada grupo se ve definido por su relación con la propiedad, la riqueza y los medios de producción. Por una parte, el proletariado apenas posee propiedad, o negocios, y la clase burguesa u opresora posee la mayoría de la propiedad y los negocios del país. Él propone que los cambios en los medios de producción conllevan a revoluciones y guerras, por lo que la clase opresora se ve desplazada y se crea una nueva y entonces “la historia es el resultado de estas luchas y desplazamiento de clases”. Además dice: “ las ideas rectoras de cada época siempre han sido las ideas de la clase opresora” y una de esas ideas fue que, en la Revolución Industrial, se dispuso la especialización como forma de empleos remunerados (explotación), formando grupos con diferencias y brechas sociales que, en la actualidad, son insostenibles.

Heidegger

Ante la pérdida de identidad propia, Martin Heidegger plantea encontrar el sentido del ser. En su libro El ser y el tiempo (1927) sostiene que “ser algo” es lo que determina la existencia de una cosa, solo que ese «ser algo» se puede descubrir mediante un acto intelectual humano: una interpretación. En este punto nos encontramos con la columna vertebral de toda la filosofía heideggeriana: del Dasein, el aquí y el ahora de la existencia de una persona relacionada con las condiciones de su posibilidad y que requiere del tiempo para concebir su propia existencia, su realización y su interpretación del mundo que lo rodea. La conciencia del tiempo provoca cierta angustia existencial sobre la vida con relación a su propia muerte. El tiempo pasa y nosotros estamos muriendo. Nuestra existencia va a la muerte, entonces ¿cómo librarse de esa angustia existencial si pasa el tiempo y la gente de empresa se encuentra encadenada a sus propiedades y su capital?

MARTIN BUBER

Acercándonos al final de estos supuestos filosóficos quiero detenerme en Martin Buber, en su obra Yo y tú (1923) propone las relaciones del Yo, el YO-TÚ y el YO-ELLO, son palabras pares. Una persona puede dirigirse hacia el otro como TÚ, en donde la comunicación es horizontal, de igual a igual, o como ELLO, en donde la comunicación establecida no es de igual a igual. Por lo que, así como las palabras tienen paridad, el ser humano también se caracteriza por esa posición doble ante la otredad. Puede ser común que la persona se presente de distinta forma ante el TÚ que ante el ELLO, lo que provoca diferentes relaciones. Estas simples palabras no son cosas, se refieren a las relaciones y eso da lugar a la existencia de una persona. Solo a partir de la comprensión de las relaciones entre El Yo y el Tú o el Yo y el Ello se construye una realidad donde el Yo tiene un papel primordial, ya que para que el Yo-Tú se consolide, tiene que venir desde el Ser: es una elección conciente y amorosa; en cambio, el YO-Ello nunca vendrá desde el ser. El primero enmarca una relación dialógica entre iguales, de sujeto a sujeto unificados, en cambio el segundo el Yo-Ello nunca podrá venir del ser, ya que alguno es un objeto para el otro. Mientras el Yo no reconozca el Tú existirá una vaciedad del ser. Mirar a un ser humano como un objeto es una relación Yo-Ello. Buber indica que una persona no existe por sí misma, sino que sólo existe en relación, por lo tanto existimos en relación con la otredad. Es decir, esta idea la introyectamos como una forma de vida y la alteridad, “cuando una persona dice YO, quiere decir que es ambos”.

Byung-Chul Han

En la actualidad Byung-Chul Han (2010), en su obra La sociedad del cansancio nos ofrece una crítica al modelo social contemporáneo y su impacto en la vida individual y colectiva. Byung-Chul argumenta que la sociedad actual se caracteriza por un exceso de producción, consumo y rendimiento, lo que conduce a un estado generalizado de agotamiento y cansancio, despersonalización. Sostiene que, en lugar de ser sometidos por una sociedad represiva, nos encontramos en una sociedad caracterizada por el exceso de positividad: si no haces, no existes; si no tienes, no existes, y si no produces no eres nadie. La lógica del rendir sin descanso, la imperiosa necesidad de ser mirado por las demás personas y la autopresión voluntaria generan un agotamiento psíquico y físico (burnout). En este sentido, Byung-Chul plantea que el individuo contemporáneo se convierte en su propio explotador, asumiendo la responsabilidad de su propio éxito o fracaso. Además, examina cómo la sociedad actual, impulsada por la tecnología y las redes sociales, fomenta el narcisismo y la búsqueda constante de reconocimiento y validación. Esta búsqueda de aprobación conduce a un aumento en la competencia y la comparación constante con los demás, lo que a su vez incrementa el estrés, el agotamiento y la despersonalización. Hace énfasis en que el tiempo se ha convertido en una mercancía escasa y cómo la aceleración constante, además de la falta de pausa y reflexión, afectan negativamente nuestra salud mental y nuestra capacidad para experimentar un sentido de comunidad y conexión auténtica. A cierta gente líder de empresa esa realidad, señalada por Byung-Chul, le parece conveniente; es decir, contar con una fuerza de trabajo alienada, orientada a la competencia, el consumo, la productividad; presa de la meritocracia y una autoexplotación que enriquece a pocos. Todo eso tiene consecuencias sociales desfavorables. Este paradigma no es sostenible

La gente líder empresarial se ha vuelto cómplice de esta verdad, la realidad es que la conveniencia de contar con una población trabajadora alienada y orientada a la competencia, al consumo, a la productividad y rendición de cuentas meritocráticas, al reconocimiento social, a la autoexplotación y explotación laboral y/o profesional enriquece a pocos y tiene consecuencias sociales muy desfavorables. Este paradigma no es sostenible.

MI VISIÓN: PROPUESTA Y REFLEXIÓN

1. Elige hacer lo correcto.

Cada persona empresaria tiene una verdad relativa, no absoluta de su conducta y su medio; no obstante, hay que definirla e inteligir la elección para hacer lo correcto, eso definirá su existencia.

De esta idea filosófica podremos inferir que la gente líder no nace, se hace con relación a lo que vive y experiencia durante su vida. Las influencias forman a la gente líder y los lleva por un buen camino, o por terrenos sombríos. Entender este hecho abre la comprensión de que, así como se aprendió también se puede desaprender, para luego reaprender a construir el bien vivir propio y comunitario.

2. Sé sensato. No hagas el mal a nadie. No cometas injusticias. No destruyas las normas y leyes vigentes injustificadamente. Honra a tu patria y muere honrando todo lo que amas y valoras.

La persona empresaria debe retomar el antiguo conocimiento filosófico para recomponer el rumbo de la especie y de su entorno. Los diez postulados de Sócrates, al parecer, se han olvidado. Mucho se debe a la falta de conocimiento de sí, la alienación al consumo y la riqueza, que ha corrompido su práctica.

3. Encuentra tu virtud y tu propósito, algo más grande que tú y sirve a la sociedad. Elige el bien común.

Descubrir el fin, o propósito personal, es y debe ser la base, hacer lo que se ama y obrar en consecuencia hacia un bien común, por ello urge reaprender sobre ética, moral, filosofía, política y civismo. Ser persona empresaria es una virtud; no obstante debe darse el tiempo para encontrar su propósito, algo que debe ser superior a sí, ponerlo a disposición del bien común.

4. Comparte tu abundancia de forma equitativa y coadyuva a disminuir la brecha de la desigualdad social. Libérate de lo material y humaniza la experiencia empresarial.

La persona líder de empresa tiene propiedad privada, la acumula y, en la actualidad, se protege de quienes no tienen esa oportunidad. Las consecuencias de ello es la esclavitud del tener y la esclavitud de quien trabaja para quien tiene. Este paradigma es vigente en la actualidad.

5. Si vas a producir algún bien o servicio, piensa en el impacto social. Promueve el bienestar común más que el consumo. En el largo plazo eso es más humano, rentable y sostenible.

El intercambio de bienes se fue desarrollando en la medida en que la vida se volvió más compleja para la humanidad, creando necesidades acumulativas y derivando a la imposibilidad de no someterse al contrato social en lo político y en lo económico. Venimos arrastrando la alienación comunal desde siglos y el Yo se ha subordinado al Ello. Si bien es cierto que somos gracias a la otredad y su contexto específico, eso no significa que vivamos para ella discriminadamente. Pero eso sí: la gente líder de empresa debería evitar contratos esclavizantes, codependientes y explotadores de la necesidad humana. A mi juicio, las y los líderes tienen la responsabilidad de construir todo lo contrario: bienestar colectivo.

6. No te resistas al cambio, adáptate a las nuevas realidades sin que el fin último sea la riqueza por encima de las personas. Mira a tu alrededor y sé sensible de las necesidades humanas y obra (con bien) en consecuencia. Haz la diferencia.

Pareciera más fácil seguir con el paradigma actual,, que parece -en muchos casos- emular la máxima maquiavélica: “El fin justifica los medios”. No obstante, la realidad es que los resultados no son del todo beneficiosos para muchas poblaciones marginadas y la desigualdad sigue en aumento. Una persona líder de empresa que busca como fin el bien común hace la diferencia y abona al cambio.

7. Ábrete a la diversidad, manifiéstate en contra de la violencia, la discriminación, el hostigamiento de cualquier índole, la cosificación y etiquetamiento, la exclusión y marginación. Sé tolerante.

Hemos sido divididos en categorías socioeconómicas. La gente de empresa se encuentra dentro de una categoría privilegiada y debe usar ese privilegio para construir un cambio hacia el bienestar común, con pensamiento crítico, actitud y conciencia de impacto. De no hacerlo, corre el riesgo de que una revuelta social lo obligue a ello.

8. Sé mejor persona con los demás. Maximiza tu mejor versión humana.

La existencia y el buen vivir no necesita el apego a la propiedad o riqueza, es necesario dignificarla edificándola con valores, congruencia filosófica y el ejemplo cotidiano de una buena conducta ética, moral y cívica. Por lo tanto, el sentido del Ser debe de ir por delante, con amor propio y ajeno. Así se le da forma al pensamiento humanista. Es importante recuperar el reconocimiento del Tú (la otra persona) en el autoconcepto y comenzar a establecer vínculos y relaciones basadas en el Yo-Tú-Ambos, genuinas y amorosas. Esta conciencia individual y colectiva transformaría de forma radical el mundo hacia algo más positivo.

9. Si piensas en la sostenibilidad, el primer paso es comenzar en ti, convencerte que hay que cambiar el mundo. No obstante, ¿cómo cambiar el mundo si YO no estoy en disposición de cambiar mis preentendimientos y creencias limitantes? El paso cero es mi propio cambio y después ver a largo plazo en todo lo que emprenda.

Fuentes:

  • https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/objetivos-de-desarrollo-sostenible/

Jaime Cervantes Covarrubias

Fundador y CEO de Liderálity | Accionista Vitalmex
Maestría en Desarrollo Humano, Universidad Iberoamericana, CDMX (México)
Maestría ejecutiva en Liderazgo Positivo Estratégico, Instituto de empresa, Madrid (España)

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